domingo, 24 de octubre de 2010

El tren llega a Boulogne 3

El primer día del año 1913, luego confirmado con un decreto del 22 de enero de ese año, el tramo de casi trescientos kilómetros entre Rosario y Retiro pasa de la compañía Central Córdoba Extensión Buenos Aires a la compañía Central Córdoba. Fue la época en que la mayoría de las acciones de esta línea estaban controladas por Percival Farquhar, un norteamericano con grandes pretensiones financieras que terminó quebrando y huyendo a los Estados Unidos.
 
El 4 de diciembre de 1914 se realiza una nueva medición y unificación de kilómetros.
 
En 1924 se construyó la vía doble de Retiro a Boulogne, que recién llegó a Don Torcuato en 1945. El 13 de enero de ese año se habilitó el ramal de Don Torcuato a Campo de Mayo, de 8,5 kilómetros, conocido más tarde como CC 19. Tenía tres estaciones intermedias o apeaderos (Cabo Primero Leandro E. Rodríguez, Teniente Jorge G. Cigorraga y Teniente Ernesto A. Ferrer) y la terminal llamada 4 de Junio. El último servicio data del 25 de octubre de 1961.

Horarios
En 1928 el servicio urbano desde Retiro llega hasta Don Torcuato y, en 1933, hasta Del Viso. El Itinerario de diciembre de 1930, impreso en los talleres gráficos Alberdi, del Ferrocarril Central Córdoba, indica que los trenes tardaban cuarenta minutos para unir Retiro con Boulogne. Por ejemplo, el servicio diario de pasajeros 161 salía de Retiro a las 14.55 y paraba en Empalme Kilómetro 3 (realmente, 3,1 kms; actual Saldías) a las 15.00, Desvío Kilómetro 9 (realmente km. 8,5; luego Parada Balneario y actual Raúl Scalabrini Ortiz) a las15.08, Aristóbulo del Valle (km. 11,8) a las 15.13, Parada Kilómetro 14 (actual M. M. Padilla) a las 15.18, Florida (km. 15,3) a las 15.22, Munro (km. 16,5) a las 15.26, Villa Adelina (km. 18,8) a las 15.31 y Boulogne (km. 21,3) a las 15.35.
 
En 1935, los veintidós trenes de ida de Retiro a Boulogne por día pasaron a ser 43, con diez más a Don Torcuato. Los cuatro que corrían de ida hasta Villa Rosa se transformaron en nueve.
 
El 14 de enero de 1943 fallece el ingeniero Pablo Nogués, que fue uno de los geniales administradores de los Ferrocarriles del Estado. Ejerció su cargo doce años hasta su deceso y fue puntal de este ramal del Estado.
 
Luego de la terrible crisis política y económica de 1929-30, el Ferrocarril Central Córdoba entró en declinación económica grave por, entre otras cosas, no pagar al Estado el peaje que le correspondía por entrar al puerto de Buenos Aires. Así, la Nación Argentina comenzó a administrar los 7.370 kilómetros del Central Córdoba el primer día de febrero de 1938 y lo compró definitivamente cambiándole el nombre el primer día de mayo de 1939. De esta forma fue un ferrocarril nacionalizado mucho antes de la compra de que hizo el gobierno de Juan Perón en 1948-49. El primer día de 1949 recibió el nombre de Ferrocarril General Manuel Belgrano.
 
 
El Estado colocó flamantes cochemotores que disminuyeron en seis minutos el recorrido de Boulogne a Retiro, pasándolo a 28 minutos. De Retiro a Del Viso pasó de 70 a 55 minutos.
A principios de la década del cincuenta la vía doble llegó a Villa Rosa, que vuelve a ser cabecera luego del interregno de Del Viso. En 1953 se hacen arreglos en vías, señales y durmientes de la sección urbana como también en los talleres de Boulogne que se trasladan casi trescientos metros al oeste.
 
Agradecimientos: Para armar esta historia del ferrocarril de trocha angosta debo reconocer la gran valía pionera del artículo de Alberto Bernades, “La sección local de los Ferrocarriles del Estado en el Gran Buenos Aires”, Boletín de Historia Ferroviaria, número 13. Fundación Museo Ferroviario; y el libro de Angel Ferrer y Carlos Alberto Fernández Priotti, Ferrocarriles en Rosario, ARAR Rosario, 2001. También, agradezco la colaboración inestimable de Jorge Wadell, de la Fundación Museo Ferroviario; y de Jorge Cerigliano, director de Afeprora, que me envió la foto de Boulogne que acompaña la nota con este epígrafe: "Coche motor Ganz, que la línea Belgrano había convertido en coche oficial de la gerencia bajo la denominación de A.V.R7. Quedó fuera de servicio a causa de un accidente. Foto en depósito de locomotoras de Boulogne". A todos, muy amables.

domingo, 26 de septiembre de 2010

La Primera por varias razones

María Bernardina Sguazza llegó a Boulogne con sus padres, José y María Jacinta, y su hermano Domingo, el 8 de diciembre de 1949. Venían de una mala: habían perdido su ya que por sí pobretona casa en Munro. José trabajaba en el tranvía y tomaba servicio en Aristóbulo del Valle. Jacinta atendía un quiosco en otra estación de la misma línea, Del Viso. María (Mary) se crió entre vagones y como había peligro de descarrilamiento, pero de la vida, Jacinta consiguió trabajo en Boulogne.

En 1949 ya existía en la avenida José Evaristo Uriburu (actual Rolón) casi 11 de Septiembre (luego se llamaría Moisés Lebensohn, dirigente radical que murió cuatro años más tarde) una rotisería cuyo local pertenecía a Campos y Lombadero, aunque el comercio era propiedad de un tal González.
 
Era muy famoso por el Tío Juan, un personaje que vendía empanadas fritas hechas en el acto y ante la vista del público en una ventana del extremo del comercio. Allí se empleó Jacinta y, poco tiempo después, su hijo y su hija.

Hacia 1952/53 compra la llave Luis Otero, un español que venía de Palermo donde su familia tenía una panadería. El trabajo en La Primera de Boulogne, tal el nombre que llevaba la casa, era duro, pero rendidor. Al principio se hacían los ñoquis, ravioles y capeletis a mano, y en cantidades industriales. Había que amasar decenas y decenas de kilos apelando a la fuerza y buena voluntad, pero tenía sus frutos: la cola daban vuelta la esquina de Hidalgo Solá.
 
Conocí el negocio por dentro y por fuera hacia 1970. Me consta de la gran cantidad de público que venía a comprar en él. Muchos que trabajaban en el centro, se bajaban del tren en Boulogne, compraban en La Primera y volvían a tomar el tren hacia sus domicilios en Don Torcuato, Kilómetro 30 u otras estaciones más lejanas.
 
Recuerdo perfectamente el spiedo (no cuando era a leña y había que darlo vuelta a mano) con sus decenas de pollos ensartados junto a algún trozo de asado. En verano, los lechones se llevaban a la panadería. La caja estaba en el otro extremo y, con una osadía extrema, don Luis me dejaba cobrar a algunos clientes para ver cómo se maravillaban que un nene de seis o siete años contara y diera el vuelto tan rápidamente. Atrás estaba el altillo, donde alguna vez don Luis había vivido con su familia en un pequeñísimo habitáculo y que por entonces ya era su oficina, pues él se había mudado a un gran chalé, quizá el primero con teléfono en la zona allende las vías del ferrocarril entre Bacacay y Junín.
 
Al lado de la oficina estaba el depósito de harina y otros alimentos. La escalera era empinada y angosta, tanto que no pasaba más de una persona por vez. No bien bajaba se encontraba la pequeñísima cocina, donde trabajó Jacinta por años. Era increíble que en tan chica sala se preparasen enormes cantidades de manjares, como milanesas, empanadas, ensalada rusa y croquetas.
 
Luego llegaba el sector de las máquinas de elaboración de las pastas: la redonda mezcladora, los rodillos brillantes de la amasadora, ese mágico aparato por el que entraba una bola de masa y del otro lado salía hecha fideos y de varios tipos: fusiles, spaghetti, cintas o lo que indicara la boca que se le colocara como matriz. Una simpática tarea para divertirse era colocarle la harina a las dos planchas de ravioles para que no se pegaran entre sí, mientras metíamos un papel separador. Y las cajas había que armarlas porque venían solo con los dobleces. Un arte, en épocas donde se vendían de a centenas, especialmente los domingos.

Veo las heladeras, los mostradores, los empleados de límpido blanco, las botellas, los enlatados y la gente eligiendo su comida con una dedicación especial. Gracias Mary por dejar que te acompañe a tu trabajo, aunque era un nene. Gracias, mamá. Néstor Saavedra.

lunes, 30 de agosto de 2010

El tren llega a Boulogne 2

Una cuestión geográfica complicaba la construcción de la línea de trocha angosta de Rosario a Retiro: los talleres de Boulogne y base de la obra se encontraban a 285 kilómetros del único puerto por el que podían ingresar los materiales: Rosario. Ante el inconveniente que esto acarreaba, se hizo un convenio con la empresa del Buenos Aires a Rosario para usar el acceso portuario de esta línea inglesa. Como las vías se cruzaban a 7,5 kilómetros de Boulogne y a 14 kilómetros de Retiro, en las cercanías de la actual estación M. M. Padilla, se tendió un desvío con el uso de un tercer riel de 7,580 metros hasta Boulogne. Es decir que durante un tiempo entre la actual Padilla y Boulogne hubo bitrocha.
 
 
El decreto del 31 de octubre de 1907 autorizó el transporte de cargas en trenes de construcción entre Rosario y punta de rieles, y entre Luis María Saavedra y punta de rieles.

El problema del río

El otro gran problema de la llegada de la línea de trocha angosta fue ganarle al río las tierras ubicadas entre la barranca de Vicente López y Retiro. Para ello debió procederse a un gran movimiento de tierra con construcción de terraplenes y un murallón de contención de las aguas del río de la Plata entre las actuales avenida General Paz y Sarmiento. De Sarmiento hasta Retiro ya existía un murallón y terraplenes del Pacífico, por cuyo uso el Central Córdoba pagaría una concesión.
 
En 1906 se inicia la construcción de un viaducto de madera, que puede verse en una vieja foto de 1908 actualmente en poder del Archivo General de la Nación.
 
El 30 de noviembre de 1908 se libró al servicio público el tramo entre Rosario y el kilómetro 104 (actual Santa Lucía), solo para cargas y algún carga con coche.
 

 
El 14 de abril de 1909 fue inaugurada toda la línea, con cargas hasta el puerto de Buenos Aires y pasajeros solo desde Rosario hasta el kilómetro 59. Este curioso kilometraje se contaba desde el actual kilómetro 73 en adelante, lo que implica una habilitación hasta el empalme con el Buenos Aires a Rosario. Por esta causa, los pasajeros hacían transbordo en Boulogne donde por medio de un tranvía se movilizaban hasta Villa Ballester de la línea del Central Argentino, para llegar a Retiro.

El 11 de mayo de 1909 se habilitó el transporte de carga hasta el dique 4. El primer día de agosto de ese año, el servicio de carga con un coche hasta estación Villa Adelina, última estación antes del empalme con el Buenos Aires y Rosario, ya que las anteriores, hacia Rosario, eran Villa Rosa, Del Viso, Los Polvorines y Don Torcuato.
 
El 15 de mayo de 1912, pese a que la concesión se encontraba vigente desde el 30 de abril de ese año, comenzó el servicio de pasajeros a Retiro desde Rosario, a razón de dos servicios por día. Desde Boulogne (21 kms.) había tres servicios iniciales y desde Villa Rosa, un mixto diario.

Fotos: Primitiva chata de bordes bajos del Ferrocarril Central Córdoba, número 807. Parrado, guardatrenes que vivía en Boulogne, abuelo del amigo “Bocha” Parrado, en foto de 1914. Estación Retiro ya en épocas posteriores. Nótese el palo de parada de colectivo cuando estos paraban en la mismísima vereda del frente de la estación, y las casillas de comercios de comida en la vereda, de muy feo aspecto, no contempladas, seguramente, por el Central Córdoba cuando construyó tan bella terminal. Fotos 1 y 2: Fundación Museo Ferroviario. A todos los que tengan fotos del FC en Boulogne rogamos nos las hagan llegar a nestorsaavedra26@hotmail.com

domingo, 25 de julio de 2010

El tren llega a Boulogne

El ramal de Ferrovías que va de Villa Rosa a Retiro es una verdadera rareza. Fue el único construido desde el interior hacia la capital argentina y exigió un enorme movimiento de tierra por la zona que se eligió para el ingreso a la terminal de Retiro.
 
Fue construido por la compañía Rosario a Buenos Aires, luego denominada Central Córdoba Extensión a Buenos Aires con el objeto de unir la líneas del Central Córdoba del interior del país, en Rosario, con el puerto de Buenos Aires.
 

Coche Dormitorio D5

Su construcción se dispuso por Ley 4255 del 8 de octubre de 1903. El ramal debía partir del empalme del Ferrocarril Central Córdoba con el Ferrocarril Córdoba y Rosario, en la ciudad de Rosario, y tenía que tomar rumbo hacia Buenos Aires corriendo entre este último y la línea que unía Luján con Pergamino, del Central Argentino, hasta empalmar las vías neutrales de entrada al puerto. En Rosario las obras se iniciaron en 1906 a partir la curva este-norte que describe la línea del Ferrocarril Córdoba y Rosario en cercanía de su cruce con la avenida Godoy.
 
Coche Restaurante
El difícil acceso al puerto estaba contemplado en el artículo dos de la citada ley, que establecía que las vías podían engancharse con las del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico por medio de un tercer riel, dada la diferencia de trocha: ancha para este último y angosta para el Central Córdoba.
 
Al Ferrocarril Pacífico se le había autorizado a ganar terrenos al río de la Plata a fin de establecer una terminal más cerca del puerto. De esta forma cruzaba por arriba al Central Argentino en lo que actualmente es la estación Saldías del ex Ferrocarril Belgrano (actual Ferrovías). La ley había contemplado una franja de 35 metros de ancho entre el Central Argentino y el Pacífico para levantar una estación para el ferrocarril de trocha angosta.
 
Cocina N° 1
Sin embargo, el Central Córdoba no aceptó compartir un riel con el Pacífico y optó por una variante independiente desde la altura de Pilar. Se la conoció como variante número cinco y arrancaba desde el kilómetro 73 contados desde Retiro. Esta decisión fue aprobada el 5 de abril de 1906. Ese mismo año, la empresa compra terrenos en Boulogne para levantar los talleres.
 
Las fotos que ven en esta nota pertenecen a la Fundación Museo Ferroviario. Agradecemos a su director Jorge Wadell. Muestran a coches originales de la línea, que pasaron por la flamante estación Boulogne en los principios: la cocina número uno, el restaurante para 48 pasajeros con depósito de hielo y estantes para botellas y el coche dormitorio D5. Fueron fabricados por Voulcan Foundry y llevan las inscripciones originales del Ferrocarril Central Córdoba Extensión Buenos Aires, lo que implica que son anteriores a 1913. En próximos capítulos seguiremos con esta historia del tren y Boulogne.

Néstor Saavedra.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Familia Lizarraga

Antonino Nicolás José Lizarraga: La familia Lizarraga, pionera en Boulogne, llegó desde San Isidro en el año 1921. Los hermanos de Antonino son: Isabel, Aída ("Porota") dedicados a su familia, Carlos (Presidente del Club Social por más de 10 años, y presidente del Club Atlético), Alberto (perteneciente al Ejército de Reservistas), Reinaldo (integró el primer plantel en la Sucursal Boulogne 66 de Correos, 1937. Fue Administrador de la Aduana de Mendoza, de Bahía Blanca y Sub-Administrador Nacional de Aduanas), Hugo (también poeta y colaborador del Club Atlético. El gimnasio lleva su nombre) y Horacio (integrante de la Cooperadora de la Asistencia Pública y del Hospital, fue vicepresidente del Club Atlético Boulogne).

Don Antonino (el "Negro" o "Dan T. De Ortigas"), nació el 23 de Agosto de 1913. Integró el primer plantel de Oficiales en la Comisaría de Boulogne (1940). Se jubiló con el cargo de Oficial Inspector. Siguió trabajando en la Agencia Marítima "Ibarra" (1962-1987). Co-Fundador y Secretario General de la Institución "Pro-Homenajes y Actos Culturales" (1987-1997). Co-Fundador del Círculo de Poetas. (26-2-1993). Participó en las Antologías Poéticas. Historiador de Boulogne, en el año 1994 presenta "Memorias de Boulogne 1806-1992".

Reseña la formación de la localidad, las organizaciones vecinales y municipales. Destaca a los hombres solidarios, entre ellos a su padre, poeta, primer administrador "Ad-Honoren" de la Asistencia Pública y primer Presidente de la Cooperadora de la Escuela N° 7. En 1995 presenta el libro "En la huella", de igual tenor que el anterior. En 1999 concluye la "Antología Poética: Cuatro Generaciones Familia Lizarraga" con poesías de sus parientes poetas, historias familiares y árbol genealógico. Eximio recitador de poesías gauchescas.

http://www.poetasboulogne.com.ar/contenidosver.asp?id=9774&cat=Historia

martes, 16 de febrero de 2010

Agrupación Tradicional Argentina "El Lazo"

Fundada en 1944 la entidad promueve el respeto por las tradiciones gauchas. Organiza actividades regularmente y participa con su emblemática carreta La Cachirla de los actos patrios en el distrito. Su pulpería fue inaugurada en 1945.

Esta institución gauchesca nació en el año 1944. Los fundadores fueron personas que sintieron el deseo de no olvidar la figura de ese hombre que fue el gaucho, que cruzó con vigor nuestras pampas, nos dio ejemplos de vida, luchó por la libertad de nuestra Patria y a veces tuvo que limar asperezas junto al fogón.

Con la misma vocación, con los mismos ideales y con un inmenso amor a las tradiciones, se reunieron los señores Sicardi, Juan y Víctor Rinaldi y Arturo Deppe, y cambiando ideas y propuestas decidieron su fundación. El 2 de abril de 1944 se realizó una reunión extraordinaria en casa del señor Sicardi, en las calles Uriburu y Alcorta, en Boulogne, asistiendo a la misma entre otros, los señores Pacola, Catelín, Chaves, Rinaldi, Raffo, Rivero, Méndez, Arriscau, Olivieri, Larce, Rigui, Aistanza, Ortiz y Acevedo. Así se fundó "El Lazo", que hoy ocupa un lugar importante en nuestra comunidad.

Su carta orgánica se basa principalmente en los objetivos antes mencionados, en el amor a la patria y en la práctica y respeto por los usos, costumbres y tradiciones de nuestro pasado. La primera comisión directiva quedó constituida de la siguiente forma: presidente Arturo Deppe, vicepresidente Víctor Raffo, secretario Héctor Acosta, prosecretario José Menéndez, tesorero Andrés Rivero, vocales Juan Barone, José Catelín, Jorge Buffa y Leonardo Acevedo. Se resolvió darle el nombre de "El Lazo", ya que además de ser un elemento de uso campero, significa unión y vínculo.

Alquilaron un predio en Boulogne y lo destinaron como sede. La quinta se llamaba "La Cueva Blanca", y su propietario era el Doctor José María Cullen, persona conocida en esa época por su actuación política. La comisión comenzó a organizar sus actividades el 25 de mayo de 1944, y en ese año participaron en un desfile con motivo de una fiesta patria y en procesiones en Don Torcuato, San Isidro y Victoria.

Es importante destacar la labor de los carreteros, Juan Pastorini, Ángel Ciapessoni, cuya familia vive aún en la localidad, y Lázaro Peirano, muy preocupado por su trabajo. El señor Arturo Andaluz, perteneciente a una familia residente en Las Lomas de Beccar, donó una bandera para que flameara en el mástil de la sede, que fue bendecida por el párroco de esa época, el recordado "Cura Gaucho", como llamaban a Monseñor Pedro L. Menini, quien fue capellán de "El Lazo".

Pasado un tiempo se incorporó una escuela de danzas, que llegó a tener 137 alumnos. Al año siguiente, el 25 de mayo de 1945, se inauguró la pulpería, similar a las del siglo XIX. Actualmente se realizan de manera regular fiestas criollas: corrida de sortijas, doma de potros, jineteadas, bailes folklóricos, etc. La casa de música Calarco, del barrio de Belgrano, donó una guitarra con historia, ya que perteneció al Dr. Juárez Celman, quien fue presidente de la Nación entre los años 1886 y 1890. Con el correr del tiempo fue aumentando el apoyo que brindaron los vecinos a esta institución.

En el año 1948 la agrupación deja las tierras que alquilaba en Boulogne y se establece en Beccar, en una fracción que cedió en calidad de préstamo Obras Sanitarias de la Nación, de la cual la primera fábrica de ladrillos había extraído tierra humus, quedando tierra arcillosa, por lo que hubo que rellenar para mejorar y nivelar el terreno. Se procedió a la plantación de árboles mientras comenzaban a construir el primer quincho, un salón de reuniones y una pulpería semejante a la que hicieron en la sede de Boulogne, al estilo del siglo XIX. Realizaban estos trabajos con la colaboración de la Empresa Puppo, que puso a disposición de la Agrupación la casa, maquinarias y útiles. Esta labor se completó con el arreglo del campo de doma y jineteada y con otras comodidades para uso de sus socios y visitantes.

El trabajo y la dedicación de los señores Leonardo Muñoz y Antonio Barciela, entre otras personas, hicieron posible que se creara el Museo y la Biblioteca. El señor Leonardo Muñoz fue quien comentó a las autoridades del San Isidro Tradicional su deseo de dar el nombre de "El Lazo" a una calle de Beccar.

Esta entidad tramitó este pedido ante las autoridades municipales, al que se adhirieron el Instituto Fondo de la Legua, Rotary Club de San Isidro y de Martínez, el Club de Leones de Beccar y otros. La Municipalidad de San Isidro, por ordenanza Nº 5856 del 20 de Julio de 1983, decidió: "Impóngase el nombre de 'El Lazo' a la calle que corre desde las calles Julián Navarro e Ingeniero Marconi, entre las manzanas 17 y 21 de la circunscripción VII, Sección F, de este partido".

http://www.sanisidro.gov.ar/es/nota.vnc?id=380

Homenaje al Maestro René Deppe

"¿Estaría señalado por el destino? El esforzado Maestro de Boulogne, nació seis años antes de que se declarara universalmente el Día de los Trabajadores, que recuerda el trágico crimen de Chicago, cuando doscientos mil obreros iniciaron una huelga para mejorar sus condiciones de vida y lograr la jornada laboral de ocho horas.

René Deppe nació en Bélgica el 1º de mayo de 1880. Muy joven emigró a nuestro país radicándose en Campana. Su vocación lo hizo educador y con no pocos esfuerzos, logró concretar sus sueños. En 1915 fue designado para ocupar una vacante en la Escuela Nº 7 de Boulogne. Para trasladarse desde su domicilio viajaba en el ferrocarril hasta Villa Ballester y de allí, cortando camino a través de campos despoblados, llegaba a su Escuela, a las 9 de la mañana, lo que hacía de regreso a su casa a las 9 de la noche. Así lo hizo durante más de un año, hasta lograr una habitación al lado de la Escuela, que se hallaba en Dean Funes y Emilio Zola. (Una placa y una plazoleta lo recuerdan en Avda. Rolón y Bulnes).

Al aumentar las necesidades de la Escuela con un grado más, Deppe debió abandonar la habitación en que vivía y trasladarse a la cocina con su esposa, que ya lo acompañaba. Otra de las actividades que realizaba el Maestro los fines de semana, era la de limpiar la escuela, barnizar los pupitres, pintar las paredes, entre otros menesteres, para mantener en forma el espacio que tanto amaba.

El Maestro recordado era poseedor de una vasta cultura: hablaba inglés, italiano y francés. Era músico e interpretaba su instrumento preferido, la flauta, también el violín y piano. También se lo recuerda porque enseñaba de noche en los talleres del Central Córdoba (luego Belgrano), a los maquinistas que debían rendir exámenes en el ferrocarril.

Cuando tuvo algunas posibilidades económicas, adquirió una ‘volanta’ con la que recorría las quintas vecinas para trasladar a los alumnos a su Escuela, en casos de emergencias la utilizaba para llevar a alguna vecina para que la atendiera Doña Lina o a los consultorios de los médicos, entre ellos el Doctor Enrique Marengo de Villa Ballester, que venía dos veces por semana y atendía a los enfermos en la panadería de don Julio Cavallero.

René Deppe fue también Director de la Escuela Nº 7. Falleció el 6 de octubre de 1932 y dejó un recuerdo inalterable. Su mayor mérito fue haber educado a gran parte del vecindario, en forma vocacional y con gran generosidad. Sus hijos continuaron su ejemplo: Arturo Deppe es uno de los fundadores de la 'Agrupación Tradicionalista El Lazo' y otros enseñaron música. En la calle B. de Irigoyen se conserva su casa, que merecería una placa recordatoria".

Miguel A. Lafuente
Originalmente publicado en el Periódico La Batuta (Villa Adelina)

lunes, 15 de febrero de 2010

El Rancho de los Copello

Mi hermana, Marta Susana Pastorini, me mandó un mail: “Buscá a Susana Alego. Tiene unos cuadros muy buenos”. Y la busqué y encontré este cuadro que me fascinó y me sorprendió: ¿Por qué? Estaba pensando escribir algo sobre el rancho de los Copello, también a sugerencia de mi hermana, y he aquí que este cuadro lo representa de manera casi perfecta.



Hacia 1959 papá, Carlos Pastorini y su hermano, Pedro Pastorini, ya cultivaban los campos que llamábamos “de los Copello”. En un mapa de San Isidro (Bs. As.) 1932 figuraban las siete hectáreas como pertenecientes a María B. de Copello, en la actual Betbeder y Reclus, frente a una chacra perteneciente a Wernes Lanz, ingeniero suizo que vivía en una enorme casona estilo inglés.

Nosotros no vivíamos en el campo, sino en una casa de Villa Adelina, pero mamá solía llevarnos en verano a pasar la tarde, y a veces, dar una mano a papá y al tío.

La tranquera de entrada estaba enfrente de esa casona; a la derecha había un cerco de tunas. La mayor parte del camino hacia el rancho no estaba bordeado de árboles. Luego sí, se erigían enhiestos los enormes eucaliptos, perfumados con sus flores, a las que había que tener cuidado de tocar por la cantidad de abejas que libaban su néctar.

Se abría un camino que iba hacia la derecha de Don Chesarino, otro campo vecino, franqueado por dos braquiquitos, a los que trepábamos con mi hermana, apenas llegábamos a la quinta. Y hacia la izquierda otro camino que iba al rancho.

Hacia el norte estaba el viejo ombú, y a su sombra, una colmena. Más allá una morera blanca, muy alta y espaciosa. Nos gustaba disfrutar de ese ombú pero había que tener cuidado por lo resbalosas de sus raíces expuestas.

El rancho tenía dos habitaciones y en ele una cocina pequeña con fogón y sin puerta y con una ventana hacia el sudeste. La galería daba al noreste. Allí había una mesa de madera con su mantel de hule y para sentarse una banca y la infaltable silla bajita para tomar mate. Sobre un rústico fogón estaba la pava tiznada, que nunca se limpiaba por fuera.

Los pisos eran de tierra apisonada, paredes gruesas de barro y paja, techo de paja que debajo tenía chapas. Enfrente del rancho estaba la bomba de mano, y los bebederos de chapa para los caballos, además de un tanque donde guardaban agua, también de chapa. Daba sombra a la bomba una vieja planta de ciruelas alargadas, exquisitas a la hora de buscar algo dulce para comer. Al costado sureste estaba el monte de demás frutales, y al noroeste la caballeriza.

Detrás del rancho, la planta de laurel, había crecido con el tiempo no sólo en alto sino también en ancho. No había luz eléctrica y las actividades se desarrollaban fuera del rancho, salvo cuando llovía. Al fondo del campo estaba el potrero alambrado donde se dejaban descansando y comiendo tiernos pastos, a los caballos percherones. De ahí conserva mi hermana todavía una planta de vinca y una tuna.

Su orientación le permitía al rancho recibir el sol de la mañana. El viento del suroeste, cuando soplaba, despojaba del mal olor a humedad a las habitaciones. El techo a dos aguas facilitaba el rápido escurrimiento del agua de lluvia. Atrás tenía un amplio alero. Más al fondo, separada de la casa, una letrina, tan característica de ese entonces. El patio de tierra estaba sombreado por paraísos.

El abuelo Juansú (Juan Pastorini) nos contaba que, apenas llegaba al rancho, los chingolos y calandrias lo salían a recibir, esperando que les tire miguitas de pan y restos de asado que solía llevarles. El chingolo se metía hasta dentro de la cocina.

Como en esta quinta no se disponía de agua para el riego, excepto para algún almácigo por ejemplo de perejil, papá y el tío cultivaban allí choclos y maizón. Cuando las plantas estaban altas, era una aventura meterse entre los surcos limpios (¿Cómo hacían para mantenerlos así?) y jugar a las escondidas, teniendo cuidado en no voltear ninguna planta. Varios surcos se dejaban para el cultivo de sandías y melones, y otros para la alfalfa que servía de alimento a los caballos.

Después de muchos años de haber cultivado ese campo, los dueños decidieron venderlo, alrededor del año 1970.

Ahora se puede visitar allí un barrio muy exclusivo al que siempre deseo volver, con la ilusión de encontrar todavía alguno de los árboles que ahí crecían.

¿Sabrán sus moradores que esas tierras alguna vez fueron productivas y que dos quinteros con sol, con lluvia, con heladas, no paraban de trabajar, recorriendo los surcos, vigilantes y atentos, para que llegue a feliz término la cosecha, y que, mientras hoy importantes autos y camionetas atraviesan sus calles, en aquel entonces los dueños de los callejones eran el arado, la chata, la carreta, la bicicleta de los quinteros?

Ni mejor ni peor… distinto.

Mónica Liliana Pastorini
mlpastorini@yahoo.com.ar

NOTA: no hubiera podido escribir este texto sin la valiosa colaboración de mi hermana Marta Susana Pastorini.

lunes, 25 de enero de 2010

La quinta de Alicia Buffa

Eran las tres de la tarde, un día de enero de 1962, y mi papá, Carlos Pastorini, se levantaba de la siesta, tomaba mate abajo del paraíso del patio de nuestra casa de la calle Thames, y en bicicleta, iba a una de las quintas que, junto a mi tío Pedro Pastorini, tenían en las Lomas de San Isidro. Los terrenos no eran de ellos sino que los arrendaban a sus dueños, con quienes se compartía las ganancias.

Esa tarde tocaba ir a la quinta de Alicia Buffa. Mamá preparaba un bolso con bebida fresca, hielo, sándwiches y galletitas y atrás de mi papá salíamos nosotras: nuestra mamá Antonia, Mónica y Marta, mi hermana, para pasar la tarde en la quinta, lo que solíamos hacer de vez en cuando. Podíamos entrar por la calle Santa Rita, pasando Darragueira, donde estaba el portón de caños y alambre tejido que llevaba a la quinta o bien por el pasaje Holmberg que daba al jardín y la casa de Alicia Buffa.

En un principio esta quinta quedaba justo al fondo del colegio de las Hermanas Trinitarias que está aún en Carlos Tejedor y Sucre (Boulogne Sur-Mer). Luego se fue loteando hasta su venta definitiva alrededor del año 1992.

En la quinta nos esperaban con agua refrescante el tanque australiano y la pileta que Alicia tenia delante de su casa. Al costado del tanque estaba la bomba centrífuga, las cañas para enramar los tomates y chauchas, y las plantas de formio, de cuyas hojas se sacaban las hilachas para atar las acelgas y zanahorias. Pero lo que más nos interesaban eran las tunas, cuyos higos, nos deleitaban.

Alicia Buffa, vivía allí con su madre, ya anciana, su esposo Miguel Mari y sus hijos: Dorita y Miguel Ángel Mari, más grandes que mi hermana y yo. La casa era una típica casa de campo con paredes muy altas, rodeaba de árboles frutales, parras, y muchísimas plantas con flores, que Alicia cuidaba con mucho esmero y que había pertenecido a su papá. Luego venía el campo (alrededor de cinco hectáreas) donde papá y mi tío cultivaban lechugas, tomates, chauchas, zapallitos, acelgas, ajíes, zanahorias, pepinos, rabanitos y choclos, para vender en el Mercado Dorrego.

Cuando ya teníamos los labios morados de tanta pileta o tanque australiano, y mamá lograba sacarnos del agua, nos secábamos, nos cambiábamos y lo obligado era sentarse en el patio con Alicia y su mamá a saborear pan con dulce casero de tomate o ciruela, alguna gaseosa que mamá llevaba o que Alicia nos convidaba, algún sándwich.

Luego nos íbamos a la quinta a ver qué hacía mi papá. En forma paralela en el mismo lugar, pero en dos hileras de invernáculos, Miguel Mari cultivaba helecho plumoso para llevar al mercado de las flores, reservando algunos canteros para que papá hiciera los plantines, por ejemplo, de tomates y de ajíes. Atrás de los invernáculos estaban las caballerizas y el galpón de herramientas.

Generalmente en verano se regaba con cierta frecuencia para no perder las cosechas y nos encantaba ver el chorro de agua cristalina saliendo del tanque australiano y surcando las acequias. Mi papá y mi tío, con azada en mano, abrían o cerraban el paso del agua permitiendo que llegue a todos los rincones de la quinta.

Cuando el sol iba cayendo, saludábamos y nos íbamos, cansadas pero contentas por esa tarde maravillosa que habíamos disfrutado.

Mónica Liliana Pastorini
mlpastorini@yahoo.com.ar

sábado, 16 de enero de 2010

El ombú de la Casa de Los Pilares

Corría el año 1910. En lo que hoy es la Galería Lafayette, Av. Rolón y Figueroa Alcorta, se hallaba la Casa de los Pilares. Allí vivían Rosa Fortunaga de Baccini y José Baccini. Eran italianos. Ella vino de Génova con dos hijos, uno de los cuales se quedó en Montevideo y el otro Juan Pastorini (Juansú), se instaló con ella en Buenos Aires, en la actual ciudad de Boulogne. No sé si se volvió a casar acá o si, viuda en Italia, contrajo nuevas nupcias con José Baccini. De la nueva unión nacieron: Carlos Juan, María Rosa, Matilde, Pedro y Enrique. En ese entonces Boulogne era campo y José Baccini era quintero.

Gracias a las poesías que escribió María Rosa, mi tía abuela, hoy puedo escribir este relato.

En verano los hermanos jugaban debajo de un gran ombú cercano a la casa, a las visitas, a bautizar a las muñecas, al Martín Pescador. La familia disponía de un fonógrafo, y al ritmo de la música bailaban la Firmeza y el Pericón. Cuando jugaban a las visitas doña Rosa les hacía tortas fritas y desde el amplio corredor de la casa, sentado en un sillón de mimbre, don José los acompañaba con la mirada.

No sólo los chicos se refugiaban a la sombra del ombú, sino también los vendedores ambulantes que circulaban por el lugar ofreciendo a las familias de quinteros, su mercadería: el vendedor de churros, el manisero, don Sardetti, el pastelero y el turco que pasaba todos los sábados vendiendo sus chucherías.

Quiero visitar nuevamente el lugar. Me dijeron que aún queda algunas de las higueras que Matilde y María Rosa habían plantado en cantidad cuando vivían allí. El ombú ya hace más de 30 años que fue derribado. Y ellos, mi abuelo y mis tíos abuelos, lamentablemente ya han partido.

En nombre de ellos escribo hoy este relato.

Mónica Liliana Pastorini
mlpastorini@yahoo.com

viernes, 15 de enero de 2010

Por qué quiero a Boulogne

Nací en 1937 en casa de mi abuela materna, María Finamore de Cichino, cuando su vivienda estaba en la actual Av. Avelino Rolón, casi llegando a Amancio Alcorta.




Viví allí pocos meses, seis creo, hasta que mis padres resolvieron cambiar su domicilio a Villa Adelina. Y allá fuimos con mamá y papá, Teresa Cichini y Héctor J. Moschiar, con mi hermana Inés Hebe (Betty). Pero ello no impidió que siguiera visitando el barrio durante mi niñez y adolescencia (actualmente lo hago) dado que casi todas mis tías y tíos vivieron en Boulogne. Incluso mi hermana Betty llegó al barrio siendo recién casada con Rubens Pastori y permanecen radicados allí.

Los hermanos de mamá, fueron:

Antonio, Juan, Lucía, Ana, Ángela, Elvira (Inés), Tomás y Ángel Cichino, y Manuel Cichini. (Lucía y Ángel vivieron en Villa Adelina, y Juan, en Aristóbulo del Valle).

Verán que mis más cercanos afectos fueron primitivos pobladores de Boulogne.

Más adelante habrá oportunidad de seguir con los relatos, gracias por leerlos y comentarlos.

Miguel A. Moschiar
mamoschiar@fibertel.com.ar